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¡QUE SE MUERAN LOS DÉBILES.!

Ese, es el argumento indiferente que orienta las decisiones de todo el mundo para reanudar la economía.

Ése es el que orienta la decisión de instalar el semáforo anaranjado en nuestra tierra aún cuando las cifras de contagiados y muertos continúan creciendo y conducen a México a ser uno de los países con mas daños percápita por la pandemia.

Ésta idea del gobierno, recuerda los postulados de Darwin.

La decisión radica en una premisa universal aportada por estadísticas que sostienen que 80% son asintomáticos, el 20% requieren tratamientos médicos, de ellos, sólo el 5% cuidados intensivos y sólo 2% fallecen.

Es un tema que se sintetiza en el simplismo de fuertes y débiles, mal de pocos y bien de mayorías.

La mortandad espanta por sus números, hoy casi 30,000 decesos entendidos en el sub registro y que para aproximarlo a la realidad deben multiplicarse por entre 8 y 12 según Gatell.

No obstante, ese gigantesco número creciente de muertos, según el cálculo gubernamental, no impactará de manera relevante a un país con 127,000,000 millones de habitantes.

En esencia, es la tesis de Ricardo Salinas Pliego que el 26 de mayo dijo:

“Abramos todos los negocios, México nos necesita; si no morimos por el virus, moriremos de hambre si seguimos encerrados; ¡Prefiero arriesgarme!”.

Así, los gobiernos de todo mundo influidos por ideas como ésta y por la crudeza de las de Darwin, abandonan progresivamente su tesis de aislamiento social por la reactivación económica sugiriendo cuidados.

Por crudo que parezca, paradójicamente, es probable que tengan razón y no exista otra forma de gobernar durante la pandemia.

Para para poner muertos, paradójicamente, lo harán primero los pobres, por ser los más vulnerables.

Visto desde esa óptica, el virus de todas formas estará amagando nuestras vidas, encerrados o no y a todos nos contagiará tarde o temprano.

Para nosotros, la encrucijada es clara, o enfrentamos el problema y luchamos por mantenernos productivos o nos alcanzará el destino y su catástrofe económica.

Para el gobierno, la disyuntiva es fácil.

Si continúa el encierro y se magnifica la catástrofe económica, ¿De que le serviría gobernar a millones de pelados que perdieron sus fuentes de empleo para convertirse en necesitados
improductivos que en vez de contribuir, necesitarán auxilio?.

Para el gobierno, transitar con el tema es fácil, lo hace, manteniendo la atención en mañaneras y ocurrencias para alejarla de la fúnebre mortandad; ¡Eso le ha funcionado! y fin de la historia; el mundo gira y gira.

Para las empresas e instituciones, no hay duda, o se mueven o se mueren, para ellas no hay virus que valga; cada muerto es sustituible.

La reactivación de la movilidad social y económica, también responde al calendario electoral.

Para el gobierno morenista, el reloj electoral opera en contra y no se arriesgará llegar al 2021 con una crisis de muertes y encierros.

La economía, de por si, ya mórbida y anémica antes de la pandemia, recesionó y amagaba con pulverizarse con la perdida de más empleos y la inmovilidad social.

Por eso, a partir del 1° de junio se reabrieron muchos negocios y la sociedad saturó peseros, camiones, el metro y se detonó el hiper contagio que nos conduce a la proliferación abierta del virus y no hubo reacciones de inconformidad ni desacuerdos.

No pasó nada.

No ha habido protestas, ni reclamos, ni algo que preocupe o haga recular al gobierno.

Parece que hay una aceptación generalizada de manera consciente o inconsciente, de que debemos enfrentar el problema.

Si hubiera una oposición como la que antaño AMLO protagonizaba, el gobierno sería llamado asesino a grito abierto.

Ahora, eso no pasa, el silencio encubre la decisión y todos estamos inercialmente pensando como reanudaremos actividades manteniéndonos en ese 80% de fuertes.

Segirán muriéndose mexicanos como si no le importara a nadie y no pasará nada más que eso.

¿ Habremos perdido sensibilidad ?.

¿ Es normal esta indiferencia generalizada ?

Ante las pérdidas, sólo sufren los familiares y miembros del primer círculo, como es natural; pero en estos tiempos de pandemia ¡¡ No hay una expresión generalizada que sea emocionalmente sensible por el inmenso número de decesos!!.

¿Que pasará?

Da escalofrío entender que como sociedad, estamos dispuestos a la indiferencia viendo caer a ese 2 % de nuestra gente.

¿Y nuestra solidaridad?, ¿Que fue de ella?

Poco a poco, nos aproximamos a la reactivación progresiva de oficinas públicas, tribunales, gimnasios, antros, restaurantes y los espacios de contagio alcanzarán proporciones inconmensurables.

Paso a paso, vamos para allá.

¿Que pasará con nuestra emotividad y capacidad de sentir como sociedad?

Son tiempos difíciles y obscuros.

Ojalá podamos compartir el final de esta historia.

Saludos.

J. Carlos González Blanco . 30 junio 2020.